domingo, 24 de enero de 2010

Reporte 001

Compañero Presidente:

Los temores de usted, del líder de la República Bolivariana de Venezuela, y del líder supremo de la República Islamita de Irán, Alí Jamenei, sobre la colocación de tres bombas de hidrógeno en el subsuelo marino de Port Au-Prince Bay, y la detonación sucesiva de las tres durante el lapso de un minuto poco antes de las cinco de la tarde del martes 12 de los corrientes han sido comprobadas por nuestro servicio de Ojo de Águila. Todavía tiemblo, Compañero, por la crueldad del imperio del Mal, comandado por el terrorista camuflado de negro que responde al nombre de Barack Obama.

No voy a entrar en los motivos de este atroz genocidio. La Asamblea de Expertos y el Cuerpo de Guardianes de Irán, la Tierra de los Arios, se ocupa de ello. A mí me compete, Compañero, informarle de los detalles de nuestra pesquisa que honra, y mucho, al Servicio de Inteligencia del Ecuador (SIEC).

Ojo de Águila es una organización secreta contratada por el SIEC. Contamos con fondos propios en riales iraníes donados por el filántropo Ebadi Shirin, admirador de Nietz Che y Zara Tustra. El filántropo nos lo donó con una sola condición: que usásemos tecnología ecuatoriana tradicional.

Infiltramos dos cuyes machos negros en la CIA, luego de que uno de nuestros topos invitara a comer a la agente Sara Brigham. Logró que Sara, que nada tiene que ver con la Zara de Tustra, acudiera al departamento del Topo en el Renaissance Mayflower Hotel en 999 Ninth Street NW. El topo había preparado en la parrilla de su departamento un exquisito cuy asado y marinado en extracto de burundanga. Sara, una delicada gourmé, lo comió con placer. El resto, puede imaginarlo, Compañero.

El topo ordenó a Sara que lo llevase al laboratorio animal en las cuadras de la CIA. Tuvo el cuidado de tomar consigo dos cuyes negros y machos en una preciosa bolsa de piel refrigerada, regalo de Wladimir Putin cuando trabajaba en la Dirección de la inteligencia exterior del Comité de Seguridad del Estado (KGB), en la antigua URSS. El regalo, Compañero, no fue a nuestro agente, sino al compañero Lenín Moreno, pues Putín había nacido en la entonces Leningrado. Lenín Moreno regaló la bolsa a María Sol Corral. Esta la donó al Museo de la Ciudad, de donde los agentes de Ojo de Águila la sustrajeron para la operación que relato.

El topo habló con el jefe del laboratorio y le explicó que si se dejaba hacer una limpia con los dos cuyes, le diagnosticaría los males que, sin saberlo, padecía. Accedió el jefe de laboratorio, hijo de un voluntario del Cuerpo de Paz que había trabajado en Saquisilí. La limpia descubrió que en el hígado del jefe de laboratorio había un chip. La zona estaba infectada, Compañero. El topo la limpió cuidadosamente, la desinfectó con una buchada de aguardiente, se metió al bolsillo el chip, e introdujo en él un chip de oro elaborado por los científicos de Chordeleg en la provincia del Azuay, un poco más arriba de Gualaceo. Este chip registraría todos los movimientos del hígado y regiones aledañas del jefe de laboratorio y los trasmitiría a la ministra Caroline Chang para negociarlos con la Organización Mundial de la Salud.

No le cansaré más, Compañero. En el chip secuestrado del hígado del jefe de laboratorio animal de la CIA, hijo del voluntario de Saquisilí, estaba la historia detallada de la fabricación de esas bombas de hidrógeno que al explotar producen ondas idénticas a la de un terremoto. Una historia fascinante que voy a donar a nuestro presidente Rafael Correa para que pueda escribir su segundo libro “De la República Banana a los cuyes machos de la CÍA”. Convendría, Compañero, que informara a Fidel y Raúl sobre el inminente terremoto que azotará a La Habana y el desembarco de marines americanos so pretexto de rescatar heridos de los escombros y de repartir bolsas de arroz y papas fritas espolvoreadas en cocaína.

Por la Revolución Socialista en Latinoamérica,